12 diciembre 2011
Guinnes Storehouse
El foco del turismo en Dublin es sin duda la fabrica de Guinness. Bueno la fábrica y almacenes y calles poco turísticas es lo que ves hasta llegar al Guinness Storehouse, un edificio de la antigua fabrica reformado para ser el centro de visitas de la marca en la capital irlandesa. El edificio en si es curioso ya que tiene una especie de hueco central en forma de vaso de pinta.
Pero una vez allí todo empieza a ser el universo Guinness que se espera, como un parque de atracciones de la cerveza.
Botellitas de colores, y lo primero que hay tras la entrada es la tienda, o sea que se sale por donde se entra...
Una de las curiosidades de Guinness, el contrato de alquiler del espacio donde tienen la fábrica, que no es pequeño y ocupa un buen trozo de la ciudad, no es de Guinness esta alquilado para nada menos que 9000 años, a 45 libras el año, no hizo mal negocio el señor Arthur Guinness. Ahora el show será de aquí a 9000 años, que no nos renuevan el contrato? Pues deslocalizamos a Marte...
Guinness, Irish, casi sinónimos, o ya quisieran, la primera parte dedicada a los ingredientes de elaboración de la cerveza, un deposito lleno de malta, sin tostar todavía, unos paneles con lúpulo, de plástico que desilusión, una caja fuerte donde obviamente no hay la levadura de verdad ni de coña, y una cascada para representar el agua, montaje audiovisual, todo bonito, pero demasiado artificial, pierdes el punto de autenticidad, y eso que la fábrica no esta ni a 10 metros de verdad.
El quinto ingrediente mágico de Guinness es el brewer, primero el señor Guinness, cuya firma se puede ver en las botellas y latas de la marca, y en este caso en un libro contrato original. Luego exposición sobre el proceso industrial, los disitntos pasos de elaboración, modernos y maquinaria antigua, los antiguos barriles, el transporte de la cerveza hasta los puertos...
Y a mitad de camino, una pequeña pausa para probar el líquido oscuro (rojo rubí si se mira a mucha trasluz), y hay que reconocer que no esta nada mal.
Y se continua subiendo las diferentes plantas del edificio para ir viendo las distintas exposiciones, llegando a la de las botellas, y publicidad de la marca, aquí si que hay cosas curiosas.
El Tucán, convertido en una de las mascotas más reconocidas de la marca.
Y muchas etiquetas.
El arpa símbolo de la marca, esta no es la original, la original esta en el Trinity College, que es la más antigua de Irlanda, y símbolo de la ciudad.
Y más publicidad, con el mítico tucán,
Y arriba del todo, indicaciones contra físicas de la gravedad. EN la penúltima planta hay varios restaurantes y salas de convenciones, pero arriba de todo esta el Gravity Bar, un mirador circular con vistas a toda la ciudad, y es donde te sirven la pinta oficial que incluye la entrada.
Y desde arriba se pueden ver vistas como la del viejo molino de la fabrica, ahora sin aspas, pero que es una de las torres altas de la zona. Esto esquivando un poco a la gente, que el local suele estar lleno de gente.
Pero hay espacio para acercarse a la barra y ver el preciso proceso antes explicado de como hay que tirar una pinta de Guinnes, poco a poco, primero el vaso a 45º, después se llena hasta casi arriba, y hay que dejarlo reposar 119.5 segundos, durante el cual se ve el cambio de color espectacular de esta cerveza y su espuma nitrogenada, luego se acaba de llenar la pinta y se ofrece al cliente.
Y dos pintas perfectas de Guinness, a la temperatura ideal, servida de forma espectacular, de barril que no ha viajado ni un kilómetro desde donde ha sido elaborada, con esa espumita, en ese lugar, si no te gusta aquí es que no te gusta en ningún lugar, y he de reconocer que así si que estaba rica, me ha reconciliado con las stouts, y las cervezas negras de nuevo.
Y mientras se disfruta de la pinta, se disfruta de las vistas sobre la ciudad, y con un poco de suerte y paciencia incluso puedes sentarte cerca de una ventana a disfrutar tranquilamente de la cerveza que has estado esperando un rato.
Luego descenso de nuevo, algo más de publicidad, la que ilustró Gilroy, pasamos para comer algo, que se ha hecho tarde, probamos otra Guinness, y pasear por los mil productos de merchandising de la marca que hay, y que forman parte de su leyenda como cerveza.
Y con esto salimos, y de nuevo pasamos por más calles con tubos y puertas, donde de verdad se fabrica el líquido oscuro que se asocia a Dublin e Irlanda de forma inequivoca. No está mal la visita, aunque la visita a la fabrica Carlsberg me gustó algo más. Quizás demasiado parque temático esta, algo más que otras que hemos visto, pero si eres turista en Dublin no te queda otra que pasar por aquí, que tampoco está tan mal.
Been there, done that ;)
ResponderEliminarsi no te gusta aquí es que no te gusta en ningún lugar, y he de reconocer que así si que estaba rica, me ha reconciliado con las stouts,
ResponderEliminar...ejem...comentarisnob...ejem...
Si, si:agafar un avió per prendre una cervesa...
"a mi m'agrada anar de museus quan vaig de turisme"
andevamosaparar...
Pues a mi me gusta la Guiness, sí. Que pasa? he encontrado muchos detractores de dicha cerveza por el mundo, pero para mi fue una iniciación. Y aun me gusta.
ResponderEliminarAsí que no puedo pedir más. Si vuelvo por Irlanda la visitaré, pues son recuerdos bonitos.. de Israel. Porque mi primera Guiness en Israel, claro.