Como pasan los años, más de veinte ya que pase un rato por el Sónar. Y este año hemos vuelto a pasar un rato, en esta ocasión la jornada diurna del sábado. Ahora en la Fira de Montjuic, cambio de espacio respecto al CCCB que le resta un poco de encanto y le suma metros a recorrer entre escenarios. Y muchos más metros de césped artificial. Por otro lado todo parece que sigue más o menos como siempre, mucho güira, mucha gente que se lo toma a rave a las cuatro de la tarde y un público que parece ha ido envejeciendo junto al festival, 20 años y no nos sentimos mucho más viejos que el resto del público. En parte los precios del festival hacen que sea más accesibles para guiéis y para personas que ya pueden permitirse la entrada. Y aún así parece que falta un relevo generacional en el público. No sé donde está o si la hay la nueva escena underground o independiente de los jóvenes. Y me parece que la innovación rupturista no está en ningún aspecto musical, que parece más estancada, la cultura rupturista de la juventud creo se mueve en otros parámetros audiovisuales, más videojuegos, más youtubers. Una sensación. Pero en el sonar por debajo de los 30 una minoría muy minoría. Y es que la electrónica ya no es una música de innovación, es más ya un sonido más que establecido, con muchos años ya, y con pequeñas variaciones en las novedades. Y eso se notó en los grupos que pudimos ver el sábado, grupos como siempre poco conocidos, signo de identidad del Sónar, que se vende como etiqueta sin necesidad de cártel sonado diurno, la gente va a escuchar cosas nuevas, y sabe que el festival no defrauda. Aunque este año poco experimento y poca sorpresa, pero no sé si por que no hay mucha novedad o porque el Sónar ha sido bastante más conservador que antaño. De todas formas cártel variado, y mucho ritmo para poder bailar y pasar una tarde del sábado de lo más entretenidos, con sus cervezas y sus bailes locos.
Tras el paseo por la feria del Sonar +D y las instalaciones siempre interesantes empezamos con la música de Astrolith, ritmos alienígenas desde los Estados Unidos.
Pasamos un rato con la sesión del inglés Ison.
Para pasar al jazz rítmico de los canadienses Badbadnotgood.
Intentamos ver si el sueco Yung Lean tenía el pelo verde o no, pero estaba todo muy oscuro y su hip hop con voz de vocoder aflautado no ayudo a que nos quedaremos a investigar mucho. Y esté si que podría ser un ejemplo de movida juvenil al menos en Suecia. Vete a saber.
Esta debía ser la sesión housera de la sueca Toxe, pero no nos cuadra con la foto.
Pero enseguida empezó la francesa Lafawndah, que canta una especie de canciones étnicas en francés con unas bases rítmicas contundentes.
Otra curiosidad desde Sudáfrica los ritmos y bailes de Nozinja, muy curioso y plumifero. Otra forma de entender la fiesta.
Fuimos a ver a los americanos Onethrix Point Never que al principio parecían muy contundentes, pero luego se pusieron melancólicos y planeadores con voces de metal con vocoder y nos cansamos. Así que emigramos para ver el final del noruego Drippin una sesión más bailable.
Les siguieron los franceses Club Cheval con su french touch de beats cristalinos ya nos pusimos a bailar como locos.
Y acabamos con los ritmos house teutones, en parte improvisados, de Magic Mountain High, que también nos gustaron bastante.
Y con esto ya hicimos un sábado bastante bailado. Ya no teníamos muchas fuerzas y decidimos recoger velas, y recoger los euros del coñazo del cashless. Y para casa, habiendo disfrutado con los colegas como siempre, y sabiendo que muchos de estos grupos no volveremos a verlos en nuestra vida. Así es y ha sido el Sónar.
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