Las exposiciones están por distintos museos de la ciudad, así que entre una y otra es buena excusa para pasear por la ciudad en primavera. La primera parada, el Neues Museum, las cosas de diseño, como tipografías y diseño para una propaganda de una panadería de Jena.
Pero también, lámapras, cacharros, muebles, como esta silla y armarito de Gropius, bastante feos, por cierto.
O esta famosa cuna de Peter Keler. Muy conceptual, muy de diseño, fabricable y tal, aunque no se yo a que limite funcional. Quizás el atractivo de la Bauhaus sea el concepto más que el objeto. Y curioso ver como esos diseños tienen cerca de 90 años, y se pueden encontrar cosas influenciadas en cualquier Ikea.
Paseando por la ciudad, te encuentras con un mercadillo de segunda (tercera o cuarta, vaya a saber) mano. Con curiosos vendedores en las paradas, que anuncias sus cositas, de forma peculiar.
El museo de Bauhaus de Weimar, que ya visite la primera vez que fui a Weimar, ahora tenían un video y una sala con un comic en las paredes explicando un poco la historia de la Bauhaus, lo usan como centro de información de las exposiciones.
Las otras paradas son el Schiller Museum, donde hay una exposición sobre las artes escénicas relacionadas con la Bauhaus, curioso el teatro de formas geométricas en movimiento, y las marionetas de Paul Klee.
A la entrada, una de las fotos de la vida en la escuela, vamos que lo de la sfiestas wg vienen de lejos. La siguiente parada, el Goethe-Nationalmuseum, donde estaba la exposición de pinturas, una buena selección, Gerhard Marcks, Lyonel Feininger, Johannes Itten, Georg Muche, Lothar Schreyer, Paul Klee, Oskar Schlemmer, Wassily Kandinsky y László Moholy-Nagy. Y los estudios de color que hacían los profes y los estudiantes (y Goethe, que también estudió mucho lo de los colores, y como no iba a estar Goethe, vamos...)
Siguiendo el paseo por la ciudad, para llegar al último lugar, paseamos por el parque, donde hay uno de esos cementerios que los rusos dejaron con sus víctimas de la segunda guerra mundial, y mantienen toda al simbología comunista de la época.
La última parada, House am Horm, un prototipo de Georg Muche de casa Bauhaus, para la exposición de 1923, patrimonio de la Unesco, y que debía ser el origen de una barriada. Casi mejor que no. Pero no deja de ser chulo, más que nada por como sus ideas radicales, influyeron en la evolución posterior, o algo así (eso pa los profesionales...).
3 comentarios:
Buena pinta, tanto la exposición como el paseo
Mucha envidia me da con esa visita.
La pena es que lo único que ha quedado impregnado en nuestro día a día, después de semejante movida geométrica y conceptual, es que los obreros no necesitan espacios dignos, sólo espacios simbólicos. Qué más da, si lo que importa es el arte...
Doncs si, una mica de ràbia si que m’ha fet ara mateix…
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