Orbital de Samantha Harvey. Ganadora del Booker 2024, una aproximación desde la literatura y la prosa precisa de esta inglesa a un día en la estación espacial orbitando alrededor de la Tierra, de hecho el libro se separa en las 16 orbitas que hace la estación espacial en un día, en los que Harvey va relatando los quehaceres de los seis astronautas que están en ella. Lo hace con una aproximación muy realista, pero con algún detalle de fondo que lo enmarcan como una obra de ficción más que un ensayo, así tenemos un libro de ciencia ficción dura en un futuro próximo con una aproximación muy literaria, casi poética con la que Harvey reflexiona sobre el planeta, sobre la humanidad, desde la perspectiva alejada que le permite la vivencia de los astronautas, en muchos aspectos con un punto de vista excepcional. La prosa manda, con descripciones y disquisiciones y muy pocos diálogos, con los que transmite la belleza de un planeta que ha sido moldeado por los humanos a muchas escalas, una visión humanista y esperanzadora, pero sin dejar de tener cierto sabor agrio de fondo. Me atraía el tema, porque las historias espaciales siempre me han gustado, y la perspectiva de Harvey prometía ser original.
10 marzo 2025
28 febrero 2025
Contes desconcertants
Contes desConcertants de Oriol Garcia Molsosa (ilustración de Mercé Galí). Un libro simpático, con cinco historias que mezclan invención y fantasia con pequeñas anécdotas musicales, que incitan a escuchar estas piezas históricas. La primera entorno a Henry Purcell y y su Fantasia Upon One Note, que explica como un encargo por un capricho real. La segunda es sobre la imaginación desbordante de Auguste Escoffier y como convierte en postre a Nellie Melba mientras interpreta la Aria Sempre Libera de la Traviata de Verdi. Le sigue la melodia jazz de Smooth One Note de Benny Goodman, y como consigue crear sus melodías escuchando una maleta. El preludio núm. 1 de Das Wohltemperierte Klavier de Johann Sebastian Bach le acompaña en sus aventuras para conseguir las partituras prohibidas que su hermano guarda en un armario. Y finaliza con las aventuras de Domenico Scarletti, alergico al gato que le ha regalado la reina pero que inesperadamente le ayuda a componer la Fuga del gatto. Distinto tono en cada historia, más o menos fantastica, con el planteamiento de dejar que el lector deduzca cuanto de real hay en cada una.
26 febrero 2025
Momenti di trascurabile felicità
Momenti di trascurabile felicità de Francesco Piccolo. Un curioso libre, breve, continuo, donde el autor va relatando aquellas cosas cotidianas que le suceden, a veces en una línea a veces en varias páginas de recuerdos y contextualización, y le proporcionan esas pequeños instantes de felicidad que hacen que la vida sea lo que es. O al menos la vida urbana en la Europa occidental del siglo XXI, inevitable verse reflejado en muchas de ellas, o pensar que Piccolo es un poco cretino y mala persona, pero como todos. Por otro lado, también se le nota lo romano, lo italiano también, pero sobre todo lo romano. Una especie de autobiografía sin serlo. Una idea bien realizada. Curioso. Y le faltan esos segundos después de cortarse todas las uñas del pie.
20 febrero 2025
Jocs, triquets i jugadors
Jocs , triquets i jugadors. Barcelona 1700 de Albert García Espuche, Paloma Sánchez, Esther Sarrà, Julia Beltrán de Heredia Bercero y Núria Miró i Alaix. En la colección de textos históricos entorno a los siglos XVII y XVIII y relacionados con los restos arqueológicos del Born hay este tomo dedicado a la experiencia lúdica de aquella época. En tres partes, la primera habla de los Triquets, las salas de juego de la época entre gimnasio y casino donde se jugaba a juego de la pelota, una especie de proto tenis muy de boga en toda Europa, al juego de la argolla, una especie de cricket que rápidamente derivo en los billares, y a juegos de cartas y dados. Había varios de estos locales por la ciudad, principalmente en dos localizaciones clusterizadas. La segunda parte es la más extensa y sigue las familias dedicadas a la fabricación de naipes de la ciudad, la parte que más me interesaba y que ha sido más que interesante saber de las nissagas de los Carmino, los Grosset, los Rotxotxo, sus orígenes franceses, como a partir de documentos de la época se les puede seguir la pista. Muy interesante ver como las cartas y su uso lúdico llevan con nosotros siglos y siglos. La tercera parte más breve presenta los artefactos encontrados en las excavaciones de la época en Barcelona relacionados con el juego infantil; canicas, menaje de muñecas, muñequitos, silbatos de barro. Un libro académico de historia muy interesante.
19 febrero 2025
L'arbre i jo
17 febrero 2025
Países de Nuncajamás
16 febrero 2025
The game changers
01 febrero 2025
Denominazione di origine inventata
Denominazione di origine inventata de Alberto Grandi. Con ánimo de polémica, Grandi que es historiador, viene a demostrar que muchas de las historias entorno a los alimentos con denominación de origen no son más que leyendas inventadas recientemente como herramienta de marketing sobre productos que son más recientes de lo que la gente se piensa y que optan con esa herramienta como proteccionismo en un mundo de capitalismo desbocado. Una protección de originalidad y regionalidad que solo tiene sentido en un entorno de capitalismo sin sentido, llegando a cosas tan absurdas cono productos protegidos con ese sello que solo se pueden vender en el sitio donde se producen. Una historia de comida típica italiana que viene de los años 70 y 80 del siglo pasado, con idas y vueltas en la inmigración italiana y que replantea mucho de esos productos tan típicos como el panetone, que de hecho surge como un postre industrial que solo con el tiempo se convierte en artesano. La primera parte del libro se basa en contar la historia de la comida italiana, y demostrat que la internacionalmente reconocida comida italiana es una invención tan cercana como mediados del siglo XX. La segunda parte del libro va presentando diversos ejemplos de productos con más leyenda que historia, y como la lógica de las denominaciones de origen y productos protegidos ha dado dos tirabuzones y medio en ciertos productos italianos. Pero es más una queja histórica y económica que un ataque a la italianidad, Grandi desde luego defiende la realidad, la identidad y la excepcionalidad de los productos italianos, en ese aspecto no deja de ser muy nacionalista, y defensor de unos productos locales. Así que la polémica es un poco así, seguramente más por el título que por haberse leído el libro. Pero muchas de las cosas que cuenta seguramente sean extrapolables a otros lares del Mediterráneo y de Europa. Otra forma de leer sobre historia y comida.
20 enero 2025
Millennium angst
Hace nada de la salida de un nuevo disco de Bad Bunny y parece que será un éxito de público y de crítica, ya es comentado por gente que no escucha exclusivamente reggaeton, ni a Bad Bunny habitualmente. Es ya una figura pop de primer nivel y para estar al día hay que escucharlo, así que por esa curiosidad la hemos hecho. Y nos hemos encontrado con un regreso a las raíces, al reggaeton de temas ya más que clásicos del género, ese amor pocho, pero también algo de denuncia, y como no, regreso al pasado, a ritmos clásicos de la salsa, desprende nostalgia a muchos niveles. Mirada atrás que viene siendo algo más que habitual en muchos ámbitos de la cultura. Bad Bunny es una megaestrella no sólo porque haga música más o menos popular, también lo es porque como las grandes estrellas saben captar el signo de los tiempos y plasmarlo en su obra. Son cajas de resonancia del zeitgeist, lo captan y lo comunican creando y amplificando ese mismo zeitgeist en la sociedad.
No hace tampoco mucho que un video de una actuación de Ca7riel Y Paco Amoroso en los Tiny Desk de NPR se hizo viral. Los temas de trap del dúo lo petaron al dejar las bases electrónicas y ser interpretados por una excelente banda con mucho funk. Otra mirada del presente al pasado. Lo nuevo tiene que ser viejo al mismo tiempo, no podemos desanclarnos del pasado. Entre el reguetón de Bad Bunny y la gasolina de Daddy Yankie han pasado 20 años, el mismo tiempo que entre el Sugar Brown de los Rolling Stones y el Nevermind de Nirvana.
En el cine más mainstream no se dejan de producir sagas, preguntas o remakes. O esa sensación deja el cine en los últimos años, al menos en lo más comercial, en la sensación general. Y no quiere decir que en los márgenes de la creación no se esté avanzando, o creando cosas más o menos nuevas. Pero no llegan al gran público, que no está en esas resonancias. Estamos en un mainstream más de más de lo mismo. En un eterno bucle de nostalgia ochentera que ya es paródico.
Y es que tenemos miedo al futuro.
El tiempo pasa y ya estamos en un cuarto de siglo, que no es un siglo cualquiera. Es un nuevo milenio. Del que nos vendieron muchas expectativas, el siglo XXI era el futuro en mayúsculas. Pero nació pocho. Casi empieza con el miedo al bug del milenio, un aviso solventado con técnica y miles de informáticos picando código durante meses. Salvado el susto el siglo empezó de verdad con la caída de dos torres, el terrorismo nos hacia vulnerables, y la venganza dejó un mundo menos seguro. Ya ni recordamos lo complicado y burocrático que se ha vuelto subir a un avión, lo hemos normalizado, pero tantas capas de seguridad transmiten miedo. Y aún así hubo más atentados, y guerras.
Luego estalló una crisis económica, que dejó a muchos en la ruina, y aumentó la diferencia entre los que no pueden dejar de vivir con el miedo de no llegar a fin de mes y los que aprovecharon a acumular más de lo que podríamos soñar. Resultó que habíamos soñado por encima de nuestras posibilidades.
Y vino una pandemia y nos hizo a todos vulnerables, y nos encerramos en casa, con más incertidumbre y pavor ante virus invisibles.
Y una espada de damocles no ha dejado de pender sobre todos, grado a grado los veranos son más cálidos, las lluvias más torrenciales, las sequías más severas, los incendios más abrasadores. Un cambio climático del que somos causa y sufrimos sus efectos en una escala temporal incontrolable.
Desde luego no es el futuro soñado que nos prometieron para el siglo XXI. De hecho tampoco es que fuesen cosas que no hubiesen pasado antes, según como se mire es simplemente un poco la historia repitiéndose. Si no fuese porque el capitalismo se siente libre y canceroso. Todo sirve para alimentar la doctrina del shock. Para que el presente sea no el futuro soñado sino la distopía no tanto predicha como advertida en la CF de los 70 y 80. El presente es distópico y cyberpunk.
O la sensación que se ha creado al menos es esa. Porque el presente es el futuro del que teníamos miedo. Y si el presente es distópico el futuro… Así que el futuro da miedo, y ese futuro es el presente. El futuro de un nuevo milenio crea un angst global. Un millennium angst que nos afecta a diferentes niveles, más allá de un bug de ordenadores, se ha convertido en un bug en nuestra sociedad occidental. Y para otros un programa a usar, porque ese miedo al futuro lo han convertido en un exploit, y como estamos en un nuevo milenio y el presente es el futuro, es un exploit que retroalimenta ese angst para favorecer los intereses de unos pocos. Intereses motivados por el miedo, miedo a unos cambios que parecen necesarios pero que una élite apalancada no quiere ni puede permitir.
Y antes de que empezará el milenio Yoda ya nos avisó:
«El miedo es el camino hacia el lado oscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento, el sufrimiento al lado oscuro.»
Como si estuviese dictando el camino de nuestro milenio. No es de extrañar que las fuerzas reaccionarias hagan uso del miedo para sus fines, y de crearlo y fomentarlo. Y si el futuro da miedo que mejor que volver al pasado. A la nostalgia. Y negar el futuro, que es nuestro presente, negar el cambio climático, negar las vacunas, negar la ciencia que avanza, negar que el capitalismo tiene alternativas factibles y viables. Y si el presente no es el prometido, alguien tendrá la culpa. Y tras el abuso de la responsabilidad personal para evitar la responsabilidad corporativa; la culpa del cambio climático la tienes tú por no tirar el papel al contenedor azul, no las cuatro compañías que producen el 90% de las emisiones… Aquí que buscar nuevos culpables, empecemos por los políticos de siempre, que no han sido capaces de crear el futuro prometido. Y que no tienen el valor de tomar las decisiones que eviten la distopía. Y luego los otros, los de fuera, que vienen a quitarnos nuestro futuro prometido. O los modernos que son egoístas en su necesidad de generar una identidad que les permita sobrevivir al angst del milenio. Es fácil crear un discurso, y crear la propaganda que se basa en el miedo y lo retroalimente. Más si además cuentan con todas las puertas del campo, el control de toda la propaganda. Han conseguido guiar ese miedo a sus intereses económicos, a ese capitalismo acumulador que hace la transición del consumista al usuario como producto, las personas son los nuevos bienes intercambiables en manos de una oligarquía tecnológica feudal.
Así estamos en que tenemos más miedo al futuro, que a los nazis.
Tenemos una ansiedad acumulada tan grande, que ya no podemos reaccionar sin miedo a las posibles consecuencias. Podemos ver un holocausto en directo y quedarnos sin respuesta, sin reaccionar. Y nos venden que hay que ser equidistantes, y asentimos, y que la culpa es nuestra, que nos polarizamos. Y sin embargo no existe polarización posible entre los derechos humanos y un holocausto. Es imposible. Y ahí está ese razonamiento presente en nuestras vidas, tranquilamente. Noqueados, mirando las luces de un coche en la carretera aproximándose a toda velocidad pero inmóviles como liebres, pensando que sería peor saltar hacia un oscuro bosque.
Paradójico es también que los que financian ese neoliberalismo de extrema derecha tan desquiciado lo hagan también por sus miedos. Ricos que temen el futuro y se construyen refugios en lugares remotos como Nueva Zelanda, que acumulan dinero y poder por lo que pueda venir. Y que sueñan con colonizar Marte, porque es el futuro prometido del que pueden ser mesías, en lugar de enfrentarse a los problemas reales. Todo es negocio.
Pero en la caja de Pandora siempre queda algo al fondo. Hay corrientes que han visto ese miedo real, y sobre todo ese miedo artificial creado por los malos y crean alternativas y respuestas positivas. No es casualidad que una de las corrientes de ciencia ficción más en boga sea el hopepunk, en un género, que generalmente no intenta prever el futuro sino que avisa del presente, aparece una corriente dentro de él en el que los personajes en lugar de dejarse arrastrar por el escenario antiutópico eligen hacer lo correcto. El hopepunk propone la esperanza como motor narrativo. Una muestra de respuesta positiva a ese angst del milenio. Hay que leer a gente como Cory Doctorow, preclaro en su análisis del presente para quitarse el miedo de encima y ver las soluciones.
Quizás esto solo sea un overthinking, pero quizás sea el momento de Stop worrying and love the bomb. Y FCK NZS.